Hoy lloramos la muerte de un querido amigo,Sentido Común.
Sentido Común perdió terreno cuando, por poner un simple ejemplo, los padres atacaron a los profesores sólo por hacer el trabajo en el que ellos habían fracasado: intentar disciplinar a sus díscolos hijos. Siguió debilitándose su salud cuando, por poner otro ejemplo, dimos la espalda al cuidado de nuestro planeta contaminándolo, deteriorándolo, agotando sus recursos,... así como cuando ignoramos el sufrimiento de nuestros semejantes.
ElSentido Comúnperdió el deseo de vivir en estos tiempos que corren, y finalmente murió.
La muerte del Sentido Común fue precedida por la de sus padres, Verdad y Confianza; la de su esposa, Discreción; la de su hija, Responsabilidad; y la de su hijo, Raciocinio.
Le sobreviven sus tres hermanastros:
“Conozco mis derechos” “Otro tiene la culpa” “Soy una víctima de la sociedad”.
La tribu india de los duwamish había habitado desde siempre en el territorio situado en lo que hoy es el estado de Washington, en el noroeste de los Estados Unidos. A mediados del siglo XIX, el gobierno de los EEUU quiso comprar este territorio a la tribu, derrotada y agotada tras años de guerra.
El siguiente video recoge la respuesta que el gran jefe indio, Seattle, dio a los representantes del gobierno americano. Este discurso se ha hecho famoso por las ideas que contiene y por la magnífica oratoria con que son expuestas.
El discurso del gran jefe indio Seattle es importante porque presenta una visión del mundo y una visión de la naturaleza que hoy -tras grandes desastres ecológicos- aparecen dotadas de una profunda sabiduría que marca para nosotros el camino a seguir si queremos seguir el entorno natural del que formamos parte y cuya destrucción implica necesariamente la de la humanidad.
Hace más de un siglo y medio, pues, se elevó de entre los bosques vírgenes de Norteamérica la voz de un salvaje que no fue escuchada en su tiempo y que hoy tiene para nosotros el valor inmenso de una lección, que si la escuchamos y seguimos, puede ayudar a salvarnos.
“Enseñad a vuestros hijos lo que nosotros enseñamos a los nuestros: que la Tierra es nuestra madre. Lo que acaece a la Tierra, les acaece también a los hijos de la Tierra. Cuando los hombres escupen a la Tierra, se están escupiendo a sí mismos. Pues nosotros sabemos que la Tierra no pertenece a los hombres, sino que el hombre pertenece a la Tierra.
El hombre blanco que va en pos de la posesión del poder, ya se cree que es Dios, al que le pertenece la Tierra. ¿Cómo puede un hombre apoderarse de su madre? (…) Si nosotros no somos dueños del frescor del aire, ni del brillo del agua, ni del Cielo, ni de la Tierra ¿cómo se nos puede comprar la Tierra?”