https://www.rtve.es/alacarta/videos/informe-semanal/informe-semanal-deberes-escuela/5520859/
ELOGIO DE LA MEMORÍSTICA (Miguel Anxo-Murado)
No me sorprendió
enterarme de que la nueva ley de educación que prepara el Gobierno propone
acabar con el «aprendizaje memorístico». Hubiese quedado muy rara si no llevase
ese punto, que es un clásico. Creo que todas las leyes de educación que
recuerdo han prometido acabar con el hábito de aprender las cosas de memoria, aunque
nadie se molesta nunca en explicar por qué. A veces, se hacen vagas referencias
al absurdo de memorizar «la lista de los reyes godos», cuando hace ya más de
sesenta años que nadie aprende la lista de los reyes godos. Otras veces se dice
que es más importante entender las cosas que saberlas de memoria, como si ambas
cosas fuesen incompatibles.
Pobre memoria. Yo le
tengo cariño. Me hubiese gustado tener más, no menos. No nos enseñaban la lista
de los reyes godos, pero con doña Elvira aprendíamos versos de Machado, de
Lorca o de Rosalía que todavía me repito a mí mismo cuando me quedo a solas, lo
mismo que el orden los ríos de España y del mundo que nos enseñaba don José
Iglesias (Amur, Huang-Ho, Yang-Tse-Quiang…). Atesoro los latinajos (Timeo
danaos et dona ferentes), las fechas de batallas que luego hacían más fácil
recordar todo lo demás… De hecho, lo que aprendí de memoria es lo único que
recuerdo de la EGB, que ya había nacido también con la promesa de eliminar el
aprendizaje repetitivo. Más bien, lo que he olvidado por completo es lo que
«aprendí jugando», como se decía entonces. No recuerdo nada de aquellos
experimentos de enseñanza audiovisual con proyecciones —que eran los
ordenadores de entonces, pero más barato—, ni de lo que nos enseñaban en aquellas
famosas fichas que había que rellenar como un formulario, y que prometían
enseñar sin esfuerzo —si algo he aprendido luego es que aprender sin esfuerzo
es imposible, porque aprender y esforzarse son la misma cosa.
A mí, la
memorística me parece algo mágico. Igual que, al respirar, algo del oxígeno
acaba formando parte de nosotros, las cosas que memorizamos pasan a ser parte
de la materia misma de la que está hecho nuestro pensamiento. No tiene nada que
ver con un dato que consultamos un momento y luego olvidamos. Lo que se aprende
de memoria es un poso, una corteza sobre la que se crea otra nueva corteza, y
luego otra, y al final es un árbol. Los niños, de manera natural, aman la
memorística y la repetición, e instintivamente quieren memorizar las cosas que
valoran: se aprenden canciones, acertijos, chistes, cuentos; disfrutan
repitiendo retahílas de nombres de personajes de ficción. Es un poco
desconcertante que los adultos hagan leyes destinadas específicamente a
desanimarles. Sobre todo porque son las mismas personas que les dicen a los
ancianos que es fundamental ejercitar su memoria, y que ensalzan como un deber
cívico la Memoria con mayúsculas, en abstracto, cuando se refiere a una
selección de hechos del pasado.
Quién sabe. Quizá sea
esta, finalmente, la ley que acabe de una vez por todas con esa otra memoria,
la que se escribe con minúsculas, la que nos hace recordar no las grandes
cosas, sino las pequeñas: la canción, el poema, los verbos. De hecho, me
pregunto cómo es posible que todavía quede algún reducto de aprendizaje
memorístico, después de medio siglo de lucha a muerte contra él. Y entonces
pienso si no será que la memoria, como tantas otras cosas que se intentan
erradicar constantemente sin éxito, pudiera ser algo muy profundo en el ser
humano; uno de los elementos que lo conforman, como el hidrógeno. Algo que,
simplemente, no se puede suprimir, porque entonces dejaríamos de ser nosotros.
(Fuente: Miguel Anxo-Murado.
Escritor y periodista: https://www.lavozdegalicia.es/noticia/opinion/2020/03/07/elogio-memoristica/00031583598697565607234.htm )