("PENSAR EL AGUA" es un artículo que he escrito para la revista escolar "Crisol", con motivo de la declaración de 2013 por parte de la UNESCO como el "Año Internacional de la cooperación en la esfera del agua").
PENSAR EL AGUA.
El agua
no sabe que es. Sin embargo, todo cuanto consigue lo hace por lo que es, no por
lo que desearía ser. No sabe de luchas, esfuerzos, sacrificios, voluntades,
bondades o maldades. El agua no solo no sabe porque es insípida, sino que
tampoco sabe porque entre sus múltiples cualidades no está el conocer. Nada,
por tanto, en apariencia, semejante al ser humano.
Sin
embargo, sí podemos encontrar algunos paralelismos entre ambos, ya que tanto
agua como ser humano se expanden colonizando uno y otro confín de esta nuestra
Tierra. Planeta este del que tres cuartas partes de su superficie son agua y en
el que en sus márgenes habita una débil caña, pero caña pensante, por
parafrasear a Pascal, que no solo necesita del agua para su vida diaria, sino
que movido por su curiosidad e instinto de supervivencia no para de acercarse a
ella desde múltiples áreas del saber: la biología pretende conocer su
importancia para los procesos vitales; la química desentrañar sus elementos más
fundamentales y sus posibles combinaciones; la física conocer sus propiedades
en el conjunto de los fluidos; la poesía llega a verla como ríos que van a
parar a la mar; cierta filosofía antigua la considera el origen de todo cuanto
existe; las matemáticas están obsesionadas con cuantificarla; cierta tecnología
investiga su potencial energético y el modo de controlarla; la geografía se
centra en conocer su localización; las lenguas la denominan con diferentes
sonidos… el elenco de saberes sobre el agua es extenso, como extenso es el
deseo del ser humano de someter la naturaleza y, por ende, el agua, a su
voluntad depredadora. Es por ello que recientemente ha aparecido una disciplina
que, aunque joven, destaca entre los grandes saberes de nuestro tiempo. Se
trata de la ética ecológica.
La
ética ecológica pretende, a grandes rasgos, conocer las consecuencias de las
relaciones que se establecen entre los seres humanos y el medio ambiente,
intentando prevenir el deterioro medioambiental fruto del gran poder que ha
adquirido el ser humano en la transformación de la naturaleza con el desarrollo
tecnológico y el consiguiente deterioro en la calidad de vida del propio ser
humano debido a la contaminación, agotamiento de recursos naturales, etcétera. Entre
sus múltiples temas de investigación ocupa un lugar central el agua, debido a
las consecuencias para la vida en general y, en particular, para la humana de
su explotación descontrolada, la lluvia ácida, el cambio climático, la
destrucción de hábitats, la desertificación, los vertidos de contaminantes,
etcétera.
La situación es tan preocupante que o se toma
en serio la humanidad las propuestas de la ética ecológica o su futuro está en
entredicho. Sirva como muestra el ejemplo del Ártico, que nos evoca una estampa
idílica, un paraíso de hielo, el aire acondicionado natural del planeta, pero
lo cierto es que en los treinta últimos años ha perdido gran parte de su capa
de hielo. No caben la indiferencia apática, abúlica y hedonista o el simplismo
egoísta mercantilista. O reaccionamos o nuestra calidad de vida y,
especialmente, la de las generaciones futuras peligran seriamente.
JUAN RAMÓN TIRADO ROZÚA es profesor de Filosofía.
JUAN RAMÓN TIRADO ROZÚA es profesor de Filosofía.